Hay una bandeja con escones,
está sobre la mesa, al lado
de la pava con el agua para
el té. Bachi habla, dice cosas:
un día, Marcos, tendrías que
hacer como los monos, ellos si
que se la pasan de liana en liana,
y zafan, creo, ellos zafan de
tener que darle explicaciones a
cualquier hijo de vecino. Igual,
qué importa, ¿no?, digo: después
dicen que te pasas de escritor,
que te pasas de rosca, digo.
Bachi sirve el té en unas tazas,
me alcanza una, agarra otra.
Doy un trago; da un trago. Y
le respondo: me paso, yo lo sé,
y eso que cumplo con el abc
del protocolo del buen vecino,
pero viste: uno no puede más
que seguir sus enfermedades.
Entonces, Bachi, así, misteriosa
como es, nunca deja de hilar fino
y vuelve a acertar: es que el tuyo
es un problema religioso, dice
se ve, claro, en el medio de
tu pecho. Como una lucecita
que titila y titila a su
antojo. Y vos, Marcos, vos que no
sabes cómo hacer para volar,
querés y no podés, es eso:
dejarse de joder y largarte,
¿me entendés?, Marcos.
Después nos despedimos, los dos:
Bachi sale y se va para su
casa; yo, me quedo sentado.
Hace 11 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario