jueves, 16 de septiembre de 2010

La bestia extranjera.


Falta poco.

Será un tornado.

Y arrasará con Norteamérica; con las ciudades de Norteamérica: Denver, Seattle, Portland, Spokane, West Hoollywood, San Francisco, Iowa, Detroit, Wheaton, Boston, New York, Chicago, Memphis, Miami, Irvine, Pasadera, Santa Mónica, Athens, Minneapolis, Columbia, Hampton, Newport, Laurel, Philadelphia, West Allis, Woodinville, Salt Lake City, Albuquerque, Houston, Dallas, Sacramento, San Bernardino, Anaheim, San Diego, Las Vegas, Austin, San Antonio, Asbury Park, Wallingford, Schenectady, Dania, Buffalo, Springfield y algunas más. Sí, por cierto: será un zeppelín cargado de cartuchos de testosterona listos para explotar sobre las cabezas de miles de cuerpos. Los mojigatos levantarán sus dedos, entonces. Se sacarán los sombreros, mirarán el cielo y dirán: la bestia, la bestia extranjera volvió para violar a nuestras vírgenes.

Y será un tornado bello pero efímero.

Durará apenas un parpadeo de lagarto; eso: en un abrir y cerrar de ojos lo que amenazaba ser un Apocalipsis justo y divertido, se convertirá en la taza de té de la corrección política. Y entonces el zeppelín cargado de cartuchos de testosterona se estrellará contra la edulcorada moral del sentido común. Para esa altura, los mojigatos, siempre oportunos, habrán canjeado de ideología; entonces, dirán: bestia, la bestia extranjera, nuestra bestia, bienvenida a la tierra de las oportunidades, esta es tu casa, nuestra casa, donde viven, sin molestarse, una torva y alegre murga de infelices: proxenetas, bandoleros, violadores, tullidos, pederastas, narcisistas, tuertos, barbudos, asesinos, prostitutas y prostitutos, partidarios de Hormiga Negra y fanáticos de la estatua de la libertad.
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