domingo, 13 de diciembre de 2009

Breve tratado sobre una mujer (segunda parte).




1
¿Qué es? Alguien podría explicarme qué es. Eso. Eso que vive en su cuerpo. Es eso. Que está agazapado, listo para dar el zarpazo, ahí: en su piel o en su voz, tal vez en sus ojos, seguro: en su mirada. Digo yo: ¿qué es? A veces creo verlo. O me convenzo de que lo siento y lo tengo entre mis manos. Después comprendo que no, que no está, que mis ganas me jugaron una mala pasada. Por eso, digo, repito, lamento, grito: ¿qué es?

2
Las caderas de esta mujer no son misteriosas, son algo sagrado, que no es lo mismo. Tal vez por eso dan un poco de miedo. Es el típico temor religioso, ese que nos hace ponernos de rodillas, o reprimir el insulto asesino con el que quisiéramos matar a dios. Cuando las tengo entre mis manos, no sé qué pensar: es como un tobogán en el que caigo, con los ojos achinados, riendo. Las caderas de esta mujer se mueven ignorando el maremoto que se desatan. A veces pienso que lo hace adrede. Pero no estoy seguro.

3
Ahora mismo. Ahora. En este instante. Ahora. Ya. Es ahí, ahora. Es ahora. No después o mañana o el lunes o el martes, es ahora: quiero destriparla, quiero esculpir un signo en su vientre, quiero comerme sus lunares, lavarle los tobillos, meter las manos en el agua de sus pupilas. Ahora mismo. Es ahora. Mañana, no sé. Mañana, veremos. Es ahora. Ya mismo. Antes, un poco antes de quedarme sin aire.

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