lunes, 14 de septiembre de 2009

El porvenir de una ilusión.



Habrá sido un arcano: Zeus silbando esa melodía hierática de la violencia. O no, tal vez, a la par que se ataba a Dionisio al muslo, en ese memorable y glorioso acto, dejaba caer lágrimas por sus mejillas, como si un dios pudiera estar deprimido. Habrá sido una publicidad: una mujer de pechos apacibles, como dijo el poeta, enchastrándose el cuerpo con barro, o con bosta de vaca. Y un público azorado, sin poder dejar de sentir lo que se siente cuando se ve a una mujer de pechos apacibles enchastrándose el cuerpo con barro o con bosta de vaca. También pudo ser otra cosa: un muchacho descuartizado por la ideología. Unos lo quieren arriba del escenario – lo agarran de los pelos, de la camisa, del cuello, de donde sea -; otros, lo quieren salvar- lo agarran del pantalón, de los pies, de los zapatos, de la cintura-. El muchacho duerme. Es increíble pero duerme. El muchacho, ese muchacho que vemos ahí, a punto de ser despedazado, ese muchacho, duerme. ¿Qué habrá sido?, se pregunta el ciego que ahora cruza la verdea. Habrá sido un destello, piensa el ciego: como si un insecto se metiera por el agujero de la nariz y escarbara, sin piedad, hasta llegar hasta quién sabe dónde. O puede que haya sido un simulacro, una puesta en escena: dos ejércitos se enfrentan. Unos, con uniforme púrpura y plateado, empuñan lanzas mientras gritan los gritos de combate. Otros, vestidos de negro y marrón, tienen espadas y puñales. Estos no gritan; permanecen silenciosos. O con miedo o con sabiduría, no se sabe. Los dos ejércitos están separados por unos cincuenta metros. Los de púrpura y plateado están sobre la colina, los otros, en el llano, de espaldas al río. Alguien da una orden. Es probable que sea uno del ejercito silencioso. Y esa orden es como un piedra libre. Todos corren – desesperados; tiernos y desesperados. No pasa mucho tiempo, apenas dos o tres minutos. Y se oye, con claridad, el choque metálico de las armas. Un alarido. El filo de una lanza entrando en la carne de un cuerpo. El golpe de los escudos. Al rato, todo se confunde. En esa mañana, esa mañana fría en la que el sol apenas alcanza a derretir un poco el hielo de la escarcha, esos dos ejércitos, como si fuera un simulacro o una puesta en escena, se trenzan, confundidos, en una orgía de cuerpos, gritos y sangre al punto que ya nadie puede saber quién en quién.

1 comentario:

  1. Siempre pensé que alguien debería saber qué fue de ese tipo...cada vez que veo la filmación siento un escozor...no nos sucede con cosas peores, pero no están filmadas, no arremeten así en nuestra retina.
    No creo que duerma, querido Marcos, creo que nos tira de los pelos todo el tiempo con su cráneo arrancado y su cerebro latiente. vos que sos tan documentado...averiguaste si alguien sabe o supo quién fue? Silvia MIZAR C.
    Beso

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