jueves, 8 de octubre de 2009

mamá


A ver: la lámpara sigue en pie, en el rincón del cuarto,
en ese ángulo a veces lúgubre, a veces tierno, de donde


saltan, sin parar, los átomos en los que se convirtió, ciega
la naturaleza. Es que: ¿cómo hacen esos imbéciles morales


para tragarse cada una de las letras de aquel legado? No,
nadie en su sano juicio podría soportarlo más que ellos.


Digo: ellos pueden. ¿Por qué ellos? No se entiende. O
si: es que son bebés, máquinas frágiles que tiemblan.


Tiemblan a cada paso, hacen piruetas, y tiemblan:
agitan esos bracitos de langostas para todos lados,


y la cabeza, con sus ojitos negros que se fijan en la
mirada de uno. O sea: son ellos, hijos, hijos mártires


de una naturaleza sanguínea. Pero: la lámpara sigue

en pie, en su lugar. Espera. La luz, espera. A ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario