viernes, 2 de octubre de 2009

Tótem y tabú.






La impunidad es una tentación difícil.
Son pocos los que pueden plantarse,
decir, sin que suene a cosa impostada

o estribillo aprendido en el colegio de monjas:
no me interesa. Si hasta en su vulgaridad,
se los ve hermosos. A ellos. Esos muchachos.

Que son buenos y muchachos. Quiero decir:
vemos a un mozo levantando una mesa,
pasando por sobre las cabezas de los comensales,

llegando hasta el borde mismo del escenario,
ahí, donde el cantante, espera, todavía,
dar comienzo a la actuación. El mozo coloca la mesa,

el mantel, los platos. Y llega el tipo con su mujer.
Le da un billete de cien al mozo. Saluda al cantante.
Retira un poco la silla para que se siente la mujer.

Después, él se sienta en la otra silla que está enfrente.
El cantante lo mira, entonces, como esperando una señal:
Y comienza con el show: canta, el tipo canta, canta.

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